lunes, septiembre 14

Cabeza, corazón y tripa

“Ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio.
Contigo porque me matas, y sin ti porque me muero”.
Antonio Machado.

Existen tres formas de querer: con la cabeza, con el corazón y con la tripa. En la cabeza, querer se llama preferir; en el corazón, amar; y en la tripa, desear. O quieres con las tres, o estás destinado al caos.
El amor es un juego de equipo. De equipo con la otra persona y de equipo contigo mismo. O mejor, es un juego de equilibrio(s). Aunque parezca mentira, uno puede querer tener algo a largo plazo con una persona, enamorarse de otra y querer acostarse con otra. Piensa en una mudanza en la que cada uno da una orden diferente de cómo colocar o montar el mueble. ¿A quién obedeces? El desastre y la discusión están asegurados. Una apuesta de éxito necesita unanimidad. Solo cuando cabeza, corazón y tripa se alinean, la persona elegida es deseada y el amor disfrutado. Ni basta con desear, ni es suficiente con preferir, ni vale con amar.

Cabeza, corazón y tripa son tres fuerzas que deben tirar juntas. Tres cuerdas que tan fácilmente se hacen un lío como hilan una hermosa trenza. Es la alineación la que nos mantiene de pie.

Te ha pasado alguna vez que una persona te atrae tantísimo que, cada vez que la tienes cerca, Troya es a su lado una hoguera y las obras de Shakespeare, bien parecen literatura infantil. Te arde la tripa y te tiembla el cuerpo, pero la cabeza te dice que no es lo que buscas. O, al revés. Es una persona diez, ideal, cariñosa, valiente, atenta, buena, divertida… pero no te enciende. La cabeza diciendo sí, y tu tripa diciendo no.

Enamorarse es tripa; amar es corazón. Es importante no confundirlo, pues para amar hay que amarse, y enamorarse de una persona destructiva es lo contrario de amarse a uno mismo. La gran mayoría de dilemas y sufrimientos amorosos deriva de no enamorarse de lo que amas. Uno puede prendarse hasta del diablo, porque te enamoras de lo que te atrae, no de lo que mereces o de quien se lo merece. La tripa no entiende de justicia. Hay auténticos idiotas con bellísimas personas coladitas por ellos. ¿Alguien puede entenderlo? Es el ejemplo más evidente del poder que la tripa ejerce sobre la cabeza. Hace falta mucha madurez para no sucumbir.

“No estés con una persona porque sin ella mueres, sino porque con ella vives”.

Uno no elige de quién se enamora, pero sí elige a quién se expone. Dicho de otra forma: si no te rodeas de capullos, no te enamoras de capullos. Si no les concedes tres cafés (cuando aún puedes), no desearás el cuarto. Igualmente, si ya te has enamorado, tú eliges si te dejas llevar o te impones. Para eso sirve la cabeza, para elegir, para recordarte que te enamores de lo que amas. ¿Cuál era tu ideal antes de conoceros? ¿Qué esperas de un compañero de viaje? ¿Qué querías? ¿Es esto? Enamórate de lo que amas y lo que solo te atraiga. Tener claro lo que queremos es el mejor filtro para evitar impostores. Lo que quieres o nada. Merécete y no te conformes.
Si pierdes el control, te pierdes a ti mismo; pero si te aferras demasiado al control, pierdes el disfrute. Equilibrio. La cabeza no puede ser nunca un freno, sino guía que nos diga cuándo controlar la pasión y cuándo liberarla; cuándo sacarla a bailar y cuándo dejarse llevar. El amor es un regalo demasiado grande como para no disfrutarlo. No estés con una persona porque sin ella mueres, sino porque con ella vives, entendiendo siempre que en el amor no todo son alegrías, que hay subidas y bajadas y que lo contrario a una vida amada es una vida plana.

Y el corazón, ¿qué dice de todo esto? Al corazón muchas veces no le da tiempo a opinar. Es ese jugador de banquillo que, aún caliente, no le da tiempo a saltar. El corazón necesita minutos. El corazón es apego, vínculo, hábito, conexión, y requiere un tiempo que muchas veces no se le da.

“No son buenos tiempos para el corazón”, se dice. Y no se dice por decir. Estamos en una época que bien podría titularse Te deseo mucho, te consigo rápido y te dejo de querer pronto. El corazón no entiende por qué es al último que preguntamos, o por qué si se traza un eje imaginario en nuestro cuerpo, él queda a un lado cuando la tripa y la cabeza quedan centrados; no entiende por qué no recordamos que la palabra cordura nació de él (cor- es corazón en latín), o que en inglés saber algo de memoria es sabido by heart ¿Es siempre más cuerdo el que más piensa? ¿Al lado de la razón no está la co-razón?

“Tener claro lo que queremos es el mejor filtro para evitar impostores. Lo que quieres o nada”.

El corazón es tan necesario como la cabeza, pues el único antídoto contra el miedo es el amor, y tanto amor como miedo coinciden en algo: no atienden a razones. Cualquier argumento racional, ni mitiga el miedo, ni espanta al amor. Por muchas veces que te digan que el avión es el medio más seguro, no se pierde el miedo a volar. Hay que aprender a vivir con el miedo de la misma forma que hay que aprender a vivir amando. Es el corazón quien te permite seguir a pesar del susto. No hay vuelo largo (que merezca la pena) sin turbulencias.

Una última vez: cabeza, corazón y tripa, por muchas diferencias que presenten y por muchas discusiones, deben darse unidos para resolver los indicios que apuntan a que el amor es casi siempre paradoja. Es ese “hielo abrasador” o ese “fuego helado” que decía Quevedo, o ese “ni contigo, ni sin ti” de Sabina o de Machado. Es necesario que recordemos que en el amor, como en todo, no puede haber siervos: ni la razón de la pasión, ni el corazón de la cordura. Todos son necesarios: la cabeza para sugerir paciencia cuando la tripa diga “quiero, quiero y quiero”; el corazón para decirle a la razón “tranquila” cuando con las dudas le invada el miedo; y la tripa para encenderle una vela al corazón cuando se crea apagado.





Fuente: http://www.eluniversodelosencillo.com/cabeza-corazon-y-tripa/

lunes, junio 22

Seis claves para ser feliz

Cada vez parece más claro que la nueva fiebre del oro no tiene que ver con hacerse millonario ni con encontrar la fuente de la eterna juventud. El tesoro más codiciado de nuestros tiempos es atesorar felicidad, un concepto abstracto, subjetivo y difícil de definir, pero que está en boca de todos. Incluso es materia de estudio en la prestigiosa Universidad de Harvard.

Durante varios años, algunos de los estudiantes de Psicología de esta universidad americana han sido un poco más felices, no solo por estudiar en una de las mejores facultades del mundo, sino porque, de hecho, han aprendido a través de una asignatura. Su profesor, el doctor israelí Tal Ben-Shahar, es experto en Psicología Positiva, una de las corrientes más extendidas y aceptadas en todo el mundo y que él mismo define como “la ciencia de la felicidad”. De hecho, sostiene que la alegría se puede aprender, del mismo modo que uno se instruye para esquiar o a jugar al golf: con técnica y práctica.

Tal Ben-Shahar, profesor de Harvard, con su superventas Being Happy y sus clases magistrales, los principios extraídos de los estudios de Tal Ben Shahar han dado la vuelta al mundo bajo el lema de “no tienes que ser perfecto para llevar una vida más rica y más feliz”. El secreto parece estar en aceptar la vida tal y como es, lo cual, según sus palabras, “te liberará del miedo al fracaso y de unas expectativas perfeccionistas”.

Aunque por su clase de Psicología del Liderazgo, han pasado más de 1.400 alumnos, aún así cabría hacerse la siguiente pregunta: ¿Alguna vez se tiene suficiente felicidad? "Es precisamente la expectativa de ser perfectamente felices lo que nos hace serlo menos”, explica.

Estos son sus seis consejos principales para sentirse afortunado y contento:

1. Perdone sus fracasos. Es más: ¡celébrelos! “Al igual que es inútil quejarse del efecto de la gravedad sobre la Tierra, es imposible tratar de vivir sin emociones negativas, ya que forman parte de la vida, y son tan naturales como la alegría, la felicidad y el bienestar. Aceptando las emociones negativas, conseguiremos abrirnos a disfrutar de la positividad y la alegría”, añade el experto. Se trata de darnos el derecho a ser humanos y de perdonarnos la debilidad. Ya en el año 1992, Mauger y sus colaboradores estudiaron los efectos del perdón, encontrando que los bajos niveles de este hacia uno mismo se relacionaban con la presencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y la baja autoestima.

2. No dé lo bueno por hecho: agradézcalo. Cosas grandes y pequeñas. "Esa manía que tenemos de pensar que las cosas vienen dadas y siempre estarán ahí tiene poco de realista".

3. Haga deporte. Para que funcione no es necesario machacarse en el gimnasio o correr 10 kilómetros diarios. Basta con practicar un ejercicio suave como caminar a paso rápido durante 30 minutos al día para que el cerebro secrete endorfinas, esas sustancias que nos hacen sentir drogados de felicidad, porque en realidad son unos opiáceos naturales que produce nuestro propio cerebro, que mitigan el dolor y causan placer, según detalla el entrenador de easyrunning y experto corredor Luis Javier González.

4. Simplifique, en el ocio y el trabajo. “Identifiquemos qué es lo verdaderamente importante, y concentrémonos en ello”, propone Tal Ben-Shahar. Ya se sabe que “quien mucho abarca, poco aprieta”, y por ello lo mejor es centrarse en algo y no intentarlo todo a la vez. Y no se refiere solo al trabajo, sino también al área personal y al tiempo de ocio: “Mejor apagar el teléfono y desconectar del trabajo esas dos o tres horas que se pasa con la familia”.

5. Aprenda a meditar. Este sencillo hábito combate el estrés. Miriam Subirana, doctora por la Universidad de Barcelona, escritora y profesora de meditación y mindfulness, asegura que “a largo plazo, la práctica continuada de ejercicios de meditación contribuye a afrontar mejor los baches de la vida, superar las crisis con mayor fortaleza interior y ser más nosotros mismos bajo cualquier circunstancia”. El profesor de Harvard añade que es también un momento idóneo para manejar nuestros pensamientos hacia el lado positivo, aunque no hay consenso en que el optimismo llegue a garantizar el éxito, sí le aportará un grato momento de paz.

6. Practique una nueva habilidad: la resiliencia. La felicidad depende de nuestro estado mental, no de la cuenta corriente. Concretamente, “nuestro nivel de dicha lo determinará aquello en lo que nos fijemos y en las atribuciones del éxito o el fracaso”. Esto se conoce como locus de control o 'lugar en el que situamos la responsabilidad de los hechos', un término descubierto y definido por el psicólogo Julian Rotter a mediados del siglo XX y muy investigado en torno al carácter de las personas: los pacientes depresivos atribuyen los fracasos a sí mismos, y el éxito, a situaciones externas a su persona; mientras que la gente positiva tiende a colgarse las medallas, y los problemas, “casi mejor que se los quede otro”. Sin embargo, así perdemos la percepción del fracaso como 'oportunidad', que tiene mucho que ver con la resiliencia, un concepto que se ha hecho muy popular con la crisis, y que viene prestado originariamente de la Física y de la Ingeniería, con el que se describe la capacidad de un material para recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora. "En las personas, la resiliencia trata de expresar la capacidad de un individuo para enfrentarse a circunstancias adversas, condiciones de vida difíciles, o situaciones potencialmente traumáticas, y recuperarse saliendo fortalecido y con más recursos”.




Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/06/16/buenavida/1434480172_001091.html

domingo, marzo 15

Tips para mejorar la relación de pareja

Las relaciones de pareja pasan por diferentes fases, todas ellas necesarias, y cada una con su peculiar modo de comunicación y adaptación.

 “Cada vez nos entendemos menos”. Es lógico que cuando la relación ha avanzado, y ha desaparecido la fase de “enamoramiento”, nos encontremos por primera vez cara a cara con aquella persona con la que estamos compartiendo nuestra vida.

Las ganas de agradar al otro por encima de todo disminuyen, y empezamos a percibir la diferencia entre “el tu ideal, o que yo idealicé y el tu real”, de tal manera que incluso aquellas actuaciones o manías que molestaban solo un poco o que pasaban desapercibidas, pasan a ser un auténtico frente abierto y separador de la relación.

Pero ¿por qué ocurre esto?. El enamoramiento es una fase con caducidad, suena difícil de aceptar pero en realidad es algo muy positivo puesto que esto dará paso a lo realmente importante y capaz de crear a una pareja estable “el amor comprometido”.

En esta fase se solucionan los primeros conflictos y aumenta el compromiso, pero también se hace patente las diferencias entre ambos, lo que en muchos casos acaba disolviendo la pareja.

¿Cómo hacer para que las diferencias disminuya y aumente la satisfacción en pareja?

Establece límites claros desde el principio en lo relacionado a temas de respeto, autonomía personal, hogar, relación…

Acepta las partes del otro que no te gustan y no intentes que cambie, por un lado él no será feliz porque la elección de cambio no es personal, y por otro porque se convertiría en otra persona diferente de la que te enamoraste. En ambos casos supondrá la insatisfacción de ambos en la relación.

Ponte en su lugar. Sé empático con él/ella. Intenta comprender por qué actúa de una determinada manera, con esta actitud se sentirá comprendido lo cual favorecerá la cercanía.

Tomaros al menos 10 minutos al día para hablar. La comunicación es el pilar de cualquier relación humana.

Si quieres saber algo, o crees que existe un contenido oculto o un doble mensaje en sus palabras, PREGUNTA, ante una duda no interpretes. Así aprenderemos a no guardar rencor y mejoraremos la comunicación.

No puedes esperar que el otro cubra tus necesidades. Para ser feliz con otra persona primero debes ser feliz contigo mismo. Si tu felicidad depende de otro nunca conseguirás sentirte realizado ni feliz.

Tened tiempo de ocio en común y de calidad, que sirva para compartir y disfrutar del otro y de ti mismo.
Mantén un tiempo de independencia y dáselo al otro. Es importante que cada miembro de la pareja también posea un tiempo propio de esparcimiento, ya que de este modo nos atendemos a nosotros mismo, y nuestra felicidad no solo dependerá del otro.
Incluso aunque no estés completamente feliz en ese momento en la relación, intenta recordar que fue lo que te enamoró del otro y díselo; esto fortalecerá vuestra unión.
Y de los aspectos más importantes…


Acepta que “ceder no es perder”. Hay ocasiones en las que primarán los deseos propios y otras en que primarán los de nuestro compañero, una relación es un intercambio, no una competición.


Fuente: http://psicopedia.org/4707/10-tips-para-mejorar-la-relacion-de-pareja/

Por qué no empezar a ver los conflictos como oportunidades?

Conflicto es una palabra que nos evoca disputas, enfados, riñas, problemas, discusiones, cuestiones difíciles o “imposibles” de resolver. No es una palabra que guste, ¿verdad?

En nuestra mente siempre aparece acompañando a situaciones desesperantes o, más bien, que nos desesperan (ya que las situaciones en sí no son desesperantes, es el valor que nosotros le damos, y en ocasiones sería útil plantearnos si otras personas reaccionarían igual si les ocurriese “eso mismo” que nosotros vivimos como conflicto, quizá nos sorprenderíamos al reflexionar sobre ello).

Cuando hablamos de conflicto, suele haber una emoción de enfado entre medias. ¿Eso significa que esta emoción sea negativa? Es desagradable, no hay duda de ello, pero tiene una función, nos ayuda en el sentido de que aparece para informarnos de que algo nos está dañando. Nos alerta, nos moviliza: nos lleva a actuar para remediar la situación.

Con frecuencia el enfado es confundido con agresividad, cuando ésta es una sola de las formas en las que el enfado puede expresarse. El enfado puede canalizarse de otras maneras, simplemente escribiendo, hablando o “descargándolo” a través de la realización de algún tipo de actividad.

En nuestra percepción de las cosas se haya el enfado, y no necesariamente significará que haya alguien que se haya portado “mal” con nosotros. Esa persona puede habernos dicho algo y nosotros entenderlo como un mensaje con doble sentido.

El lenguaje a menudo da lugar a equívocos: da igual que sea hablado o escrito, y si no se cree esto último sólo hay que pensar en la cantidad de discusiones que pueden surgir a raíz de un mensaje de whatsapp.

Por ello, con el fin de evitar malentendidos, una buena idea es la de esperar un poco si vemos que abordando el tema que nos molesta vamos a ser incapaces de manejar la agresividad. Saber esperar y trabajar la paciencia, puede sernos muy útil.

Cuando nos sintamos más tranquilos y dispuestos a escuchar a la otra persona, sus razones y su visión de la situación, ya se podría sacar el tema y hablarlo. Podremos así gestionar mejor la emoción de enfado: sin agredir a la otra persona, entendiendo que cada uno es diferente y que cada uno puede hacer sus propias interpretaciones.

Igual que a veces nosotros no somos comprendidos por alguien, a pesar de poder estar haciendo esa persona grandes esfuerzos por “ponerse en nuestra piel”, a nosotros nos pasa lo mismo, y no siempre entendemos los mensajes en el sentido que el emisor pretendía.

El enfado, recordemos, está en nosotros mismos, ya que son interpretaciones que hacemos. No podemos, por tanto, culpar a la otra persona desde que comenzamos a sentir enfado, habrá que esperar a mediante el diálogo, ver otra visión del suceso que tanto nos perturba.

Usemos el “estoy enfadado/a porque al decirme esto he sentido que…” en lugar de “estoy enfadado/a porque has hecho/dicho esto…“. Atreverse a mostrar las emociones sentidas, nuestras necesidades, nuestros intereses… facilitando la comunicación con los demás, y si tenemos dudas del sentido de una frase dicha por otra persona, o de una acción ¿no será mejor preguntar?

Volviendo ya a los conflictos, éstos pueden ser “silenciosos”. Imaginemos una pareja, donde puede que una de las partes no esté de acuerdo con la otra, o puede que ninguna esté de acuerdo, pero no se atrevan a decírselo. Aparentemente están bien, porque no hay bronca o discusión, pero esto ¿significa que están bien? La respuesta es casi obvia: algo pasa.

El conflicto existe aunque no se haya expresado abiertamente, está latente y terminará surgiendo tarde o temprano. Quizá cuando las diferencias sean más grandes, y se haga así más difícil la reconciliación, el consenso, por la agresividad que puede mostrarse al ser expresada la disconformidad después de tanto tiempo.

A los conflictos, como se dijo al comienzo, se les asocia con lo negativo. Entonces, ¿los conflictos son negativos? No tienen por qué, los conflictos pueden ser muy positivos, ya que nos sirven para “revisar” situaciones. Nos pueden hacer evolucionar, mejorar algo.

Podemos hallarnos en una actitud conformista, asumiendo unas determinadas circunstancias que no nos acaban de gustar, pero a las que nos hemos acostumbrado… El conflicto puede aparecer como una voz de alarma, y es que: si no nos movemos del equilibrio, no nos movemos del lugar en el que estamos.

Gracias a ellos podemos acabar buscando distintas alternativas y tomar decisiones importantes. Podemos crecer, aprender… Si me siento mal, si noto que algo falla ¿será que necesito cambiar ese algo? Los conflictos pueden ser “conflictos”, o pueden ser oportunidades de crecimiento.

Pueden ser la clave para que nos adaptemos a una situación nueva (porque nuestro entorno, al igual que nosotros, está en continuo cambio, no es estático). En una relación, el que se genere un conflicto puede servirnos para revisar los intereses de cada uno de los implicados. ¿Es tanta la diferencia? ¿o podemos llegar a un acuerdo?

Si sabemos gestionar el conflicto, la relación quedará fortalecida, al ganarse la confianza en ella por el hecho de ver que puede sobreponerse a las dificultades y desavenencias.

Por todo lo anterior ¿por qué no empezar a ver los conflictos como oportunidades? Eso sí, para que sirvan como tales deberán ser abordados, ya que cerrando los ojos al conflicto y evitándolo no solucionaremos nada, seguirá estando allí, no nos permitirá avanzar.



Fuente: http://psicopedia.org/4716/ver-los-conflictos-como-oportunidades/


domingo, enero 25

Cómo librarte de tus malos hábitos

Los hábitos son acciones que realizamos de manera automática y que hemos incorporado a nuestra vida diaria para definirnos personalmente de acuerdo con una forma de ser y actuar. Muchos de estos hábitos son buenos, pero posiblemente otros no tanto… 

¿Estás cansado de alguna costumbre que no te aporta nada o simplemente no te hace sentirte bien contigo mismo? ¿Quieres cambiar esta situación pero no sabes exactamente cómo? 

Fumar, llevar una vida sedentaria, picar entre horas, llegar tarde a las citas, quejarse una y otra vez de todo lo malo que nos sucede, morderse las uñas… Son todos hábitos que seguramente ninguno de nosotros deseamos en nuestra vida, y con unos pequeños pasos vamos a aprender a cambiar. Veamos cómo: 

​Lo primero que tenemos que hacer es conocer nuestro hábito. Parece algo obvio, a primera vista, pero es importante conocer qué es lo que de verdad nos molesta de nuestro comportamiento. Para ello, un ejercicio que suelo realizar con mis pacientes es crear un “Diario del mal hábito”, donde apuntamos, durante toda la semana, los momentos en que hemos incurrido en esa acción tan molesta. 

Para ello tenemos que fijarnos en cuándo lo hacemos. En qué situaciones caemos en ese mal hábito: ¿cuando estamos nerviosos?,  ¿aburridos?, ¿cuando hemos discutido con alguien…? Estas situaciones pueden ser diversas, y deberemos incorporarlas a nuestro “Diario del mal habito”. 

Para entender y reforzar el cambio debemos fijar nuestra atención en lo que nos hace sentir tener este hábito. Tanto en el día a día, antes y después de su ejecución. Todo ello también lo reflejaremos en nuestro diario. 

Una vez estudiado nuestro mal hábito o costumbre, tenemos que remplazarlo por otro que consideremos bueno o más saludable. Para ello, utilizaremos la denominada técnica de “mejor me quiero”. Esta técnica consiste en que si sentimos deseo de repetir ese mal hábito deberemos repetirnos a nosotros mismos: “mejor me quiero” y, al tiempo, cambiarlo por otro hábito más saludable para nosotros.


Por ejemplo, si estamos intentando abandonar el terrible vicio del tabaco, y sentimos ganas de fumar, nos repetiremos “mejor me quiero” y saldremos a pasear, correr, cocinaremos algo sano, o realizaremos cualquier actividad que revierta en nuestro propio beneficio, como una recompensa que nos merecemos. 

No podemos olvidar que, a la vez de estudiar y conocer nuestro mal hábito, debemos reforzar nuestra voluntad para desapegarnos de esta mala costumbre, es por eso que alejarnos es de gran ayuda. Alejarnos de los lugares, cosas o  personas que nos recuerdan dicha práctica, al menos hasta que nos hayamos deshabituado, es, en ocasiones, fundamental. 

Por ejemplo, si solemos comer alimentos con mucha azúcar o elevado contenido graso y queremos eliminar este tedioso hábito, es fundamental que estos alimentos no estén a nuestro alcance, de esta manera evitamos la lucha interna. 

Ponte objetivos cortos y realistas, prémiate cuando vayas consiguiéndolo, seguramente lleves mucho tiempo practicando este mal hábito y no se elimina de la noche a la mañana, paso a paso! Si otros lo han conseguido…por qué tu no?. 

Puedes cambiar tus malos hábitos con paciencia y constancia. Pon en práctica estos ejercicios y lo conseguirás ¡Seguro!
 

 

Fuente: http://psicopedia.org/4304/como-librarte-de-los-malos-habitos/