jueves, marzo 29

¿Semillas o balas? Aplícate el Cuento

Una persona puede ofrecer sus ideas a otra, como balas o como semillas.
Puede dispararlas o sembrarlas; pegar en la cabeza a la gente con ellas o plantarlas en sus corazones.
Las ideas usadas como balas matarán la inspiración y neutralizarán la motivación.
Usadas como semillas, echarán raíces, crecerán y se volverán realidades en la vida en las que fueron plantadas.
El único riesgo en usarlas como semillas, es que una vez crecen y se convierten en parte de aquéllos en quienes fueron plantadas, es probable que nunca te reconozcan el mérito de haberlas ideado.
Pero si uno está dispuesto a prescindir del crédito…¡Recogerán un rica cosecha!”

martes, marzo 27

Dirigir nuestra vida o ser esclavos de las opiniones de los demás

Una cosa es tener en cuenta lo que los demás piensan, que puede resultarnos muy útil para conducirnos mejor por la vida, y otra muy diferente es preocuparnos en exceso por esas opiniones hasta el punto de atormentarnos y paralizarnos.
La metáfora de la familia que viajaba con un burro puede ayudarnos a valorar en sus justos términos lo que los demás opinan acerca de nuestra conducta.

“Había una vez un matrimonio con un hijo de doce años y un burro. Decidieron viajar, trabajar y conocer mundo. Así, se fueron los tres con su burro y pasaron por 5 pueblos.
Pero al pasar por el primer pueblo, oyeron que la gente comentaba: ‘¡Mira ese chico mal educado!
Él, arriba del burro y los pobres padres, ya mayores, llevándolo de las riendas!’ Entonces, la mujer le dijo a su esposo: ‘No permitamos que la gente hable mal del niño.’ El esposo lo bajó y se subió él.
Al llegar al segundo pueblo, la gente murmuraba: ‘¡Mira que sin vergüenza ese tipo! Deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va muy cómodo encima’. Entonces, tomaron la decisión de subir a la mujer al burro mientras padre e hijo tiraban de las riendas.
Al pasar por el tercer pueblo, la gente comentaba: ‘¡Pobre hombre! Después de trabajar todo el día, debe llevar a la mujer sobre el burro. Y pobre hijo... ¡qué le espera con esa madre!’ Se pusieron de acuerdo y decidieron subir al burro los tres para comenzar nuevamente su peregrinaje. Al llegar al pueblo siguiente, escucharon que sus pobladores decían: ‘¡Son unas bestias, más bestias que el burro que los lleva, van a partirle la columna!’
Por último, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro. Pero al pasar por el pueblo siguiente no podían creer lo que las voces decían sonrientes: ‘¡Mira a esos tres idiotas: caminan cuando tienen un burro que podría llevarlos!"

Preguntas y enseñanzas para meditar:
• ¿De qué me sirve preocuparme en exceso por lo que los demás pueden pensar acerca de lo que yo haga?
• ¿Puedo evitar que haya personas que piensen, incluso mal, de lo que yo haga?
• ¿Merece la pena agobiarse por lo que pasa en las cabezas ajenas? Haga lo que haga siempre habrá alguien que considere que lo que hago se podría hacer de otra forma, es inevitable.
• En cualquier caso, si alguien piensa u opina mal de mí es asunto de esa persona.
¿Qué consigo dándole vueltas y más vueltas?
¿Logro que la gente piense de otra manera o piense bien de mí?
• ¿Cuántas oportunidades de la vida me pierdo por no hacer lo que quiero porque me preocupa en exceso lo que los demás pueden pensar u opinar?

lunes, marzo 26

Lo que uno hace, dice y piensa acerca de sí mimo, de los demás y del mundo, produce cosas concretas: desde sentimientos hasta acciones, desde ilusiones a representaciones empíricas de la realidad, desde esquemas interactivos a convicciones y a esas clase particular de fenómenos y en forma de síntomas generan sufrimiento. Pero que no son otra cosa que el producto de significados y hábitos de comportamientos construidos por el individuo.
G. Nardone

Langostas humanas

“Una langosta cuando queda en una parte seca de la superficie de las rocas, no tiene el instinto ni la energía suficiente para regresar al mar, sino que espera que el mar venga hacia ella.

Si el mar no llega, la langosta se queda donde está y muere, aunque el más pequeño esfuerzo le hubiera permitido alcanzar las olas, quizás a menos de un metro de distancia.

El mundo está lleno de langostas humanas. Personas encalladas sobre las rocas de la indecisión y el aplazamiento que, en lugar de emplear sus propias energías, se quedan esperando que una gran oleada de buena fortuna los ponga a flote o los devuelva al mar”.

Dr. Orrison Sweitt Marden