lunes, octubre 3

NO DEBES ECHARLE LA CULPA AL DESTINO, SÓLO RESPONSABILIZARTE DE TU VIDA


Búho explicaba con gran sencillez las cosas más complicadas. Un día me dijo: Cada animal decide cómo desea vivir su vida, por eso no debe culpar a otro por lo triste o alegre que sea su existencia.
Él aseguraba que la gran mayoría de los animales buscaban a quien echarle la culpa de lo que les ocurría, perdiendo su valioso tiempo en nimiedades, sólo para evitar hacerse responsable de sus actos.
Todo lo que haces te enfrenta contigo mismo.
Puedes regañarte o felicitarte por algo, pero no cabe la menor duda de que debes aprender de todo lo que te ocurre a diario, dijo con solemnidad. No existe el destino; sólo es una excusa de muchos para justificar lo que les pasa y no reflexionar sobre ello.
Búho creía que muy pocos se sentaban a analizar lo que habían hecho cada día, por eso nunca entendían el aprendizaje que la vida les ponía enfrente.
Búho me sugirió destinar unos minutos antes de dormir para pensar sobre todas las actividades que había realizado durante el día; así descubriría cómo hacer las cosas de manera distinta a la mañana siguiente.
Fue una práctica muy útil.
Todas las mañanas tenía la certeza de que vivía un nuevo día, lleno de oportunidades, diferente a los demás. En cambio, muchos animales afirmaban que la mayoría de días eran iguales, carentes de sentido.
Con la ayuda de Búho aprendí que tenía dos opciones: podía quejarme o bien solucionar mis problemas. Ambas requerían el mismo esfuerzo, por eso la decisión dependía de cada animal. La Cigarra prefería quejarse y, por lo tanto, nunca solucionaría sus problemas.
Mi padre conoció al padre de la cigarra: él me decía que el señor Cigarra pasaba el tiempo quejándose y haciéndose preguntas como éstas:
¿Y si tiembla el suelo? ¿Y si, cuando quiera cruzar el río una corriente me arrastra y me ahogo? ¿Y si quiero cantar y me quedo mudo? ¿Y si cuando cante, se abre la tierra y me traga? ¿Y si me paro junto a un árbol y le cae un rayo? ¿Y si como de esa hierba y es venenosa?
Contaba mi padre que el señor Cigarra se retorcía los dedos cada vez que se hacía una pregunta. Envidiaba mucho al ciempiés porque, al disponer de tantas patas, debía de tener muchísimos más dedos que él para retorcerse.
Mi padre decía que se preocupaba de todo y por todo. Una vez se lo encontró descansando plácidamente en el hueco de un árbol, le dijo:
-          Buenas tardes, señor Cigarra. ¿Cómo está usted?
-          Bien. Aquí nada más pasando el rato.
-          Así me gusta verlo, sin preocuparse de nada, sin hacerse preguntas tontas y sin retorcerse los dedos.
Pero una vez que mi padre terminó de decir eso, el padre de la Cigarra comenzó nuevamente con sus lamentaciones.
Mi padre decía que no vale la pena angustiarse por cosas que aún no han sucedido: es mucho mejor dedicar ese tiempo a pensar en cosas realmente importantes, aquellas que pueden influir en nuestra vida, en la de nuestros seres queridos y en la comunidad donde vivimos. En resumen, situaciones que están en nuestras manos remediar.
Tampoco podemos esperar a que las cosas se resuelvan por si solas, es necesario poner nuestro empeño en ello.
Desde niño supe que no existen los milagros, sólo los resultados.
Mi padre decía que muchos animales creen en la suerte o en alguna divinidad que les concede bendiciones, pero no se dan cuenta que todo lo que les ocurre es resultado de sus actos.
Siempre me repitió que no existe la suerte, solo los resultados. También me insistió en no esperar a que todo llegue sin hacer nada. Eso nunca ocurrirá, así que es mejor construir lo que queremos para nuestra vida, eso sí que será seguro.
Esperar un milagro es propio de necios, afirmaba Búho. Sólo ellos aguardan a que las cosas cambien sin trabajar para ello.

Fuente: Libro: La hormiga que bailaba durante el invierno. Autor: Juan Antonio Guerrero Cañongo