sábado, abril 6

¿Afectan los pensamientos negativos la salud?


Piensa positivo, las emociones negativas provocan enfermedades...  

Todos los seres humanos tenemos la experiencia de lo que son los pensamientos negativos, sobre todo tenemos el registro consciente del estado emocional que nos produce. Es importante recordar que nuestros pensamientos desencadenan estados emocionales, por lo que el tipo de pensamientos que tengamos es fundamental para activar determinados estados emocionales. 

El miedo, la tristeza, la ira y el asco son estados emocionales que, cuando son intensos y habituales, afectan negativamente nuestra calidad de vida. Por lógica, las emociones negativas son uno de los principales factores de riesgo para desarrollar no sólo enfermedades físicas sino también mentales.  

Las emociones son reacciones psicofisiológicas de las personas cuando enfrentan situaciones que tienen importancia para su estabilidad psicológica, por ejemplo: el peligro, la amenaza, el daño, la pérdida afectiva, el éxito, etc. Estas son reacciones que producen cambios en la experiencia afectiva, la actividad fisiológica del organismo y en la actitud. 

Psicológicamente emociones como la alegría, el miedo o la ira son emociones básicas que se dan en todos los individuos de las más variadas culturas. Son esencialmente agradables o desagradables y forman parte de la manera en que se expresa nuestra actitud y conducta con los demás.  

El miedo, la ansiedad, la ira, la tristeza, la depresión, son reacciones emocionales básicas que van acompañadas de una experiencia afectiva desagradable o negativa, con una elevada activación de la fisiología del organismo. De acuerdo a la frecuencia e intensidad, como al significado que le otorguemos a la experiencia emocional pueden transformarse en trastornos de salud tanto mental como físico (problemas cardiovasculares, reumatológicos, inmunológicos, etc.).  

Sin embargo, la ansiedad excesiva o clínica actúa interfiriendo el rendimiento en todos los ámbitos del ser humano y se convierte en clínica en los siguientes casos:  

Cuando el estímulo presentado es inofensivo y conlleva una compleja respuesta de alerta.   

Cuando la ansiedad persiste en el tiempo, superando lo meramente adaptativo, y los niveles de alerta persisten.   

Cuando los niveles de alerta y la ansiedad interrumpen el rendimiento del individuo y las relaciones sociales.   

Una conducta “cargada” emocionalmente se realiza de forma más vigorosa, de manera que la emoción tiene la función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en cada exigencia.  

Por ejemplo: la ira favorece que tengamos reacciones defensivas, la alegría favorece la atracción interpersonal, la sorpresa la atención ante estímulos novedosos, etc. 

Otro hecho bastante común es que la ansiedad está muy relacionada con la depresión. Los síntomas de tensión propios de la ansiedad tienen un impacto directo de interferir en la capacidad de disfrutar que la persona experimentaba antes en las actividades agradables. 

Dependiendo de la frecuencia en intensidad de estos sentimientos podrían transformarse en una depresión clínica. Todo ello resulta coherente con la idea bastante aceptada en la actualidad de que el estrés tiene un importante papel en la génesis de la depresión.  

Cuando la frecuencia, intensidad o duración de la ansiedad como respuesta emocional es excesiva puede dar lugar a la aparición de afectaciones a la calidad de vida. En estos casos hablamos de ansiedad patológica o de un trastorno de ansiedad. 

Es una realidad contundente hoy en día en nuestra sociedad es habitual decir que se tiene ansiedad o estoy ansioso. Lo que poco se sabe es que la ansiedad como síntoma aparece relacionada con la mayoría de trastornos afectivos, psicóticos.  

En cuanto a la ira, sabemos que es considerada una emoción negativa por la mayoría de las personas. Así, en primer lugar, la ira puede verse como negativa debido a las circunstancias que favorecen el surgimiento de la emoción, ya que suele ser evocada por acontecimientos desagradables. 
 

La ira está ampliamente reconocida como problema de salud mental significativo. A diferencia de lo que ocurre con la ansiedad y la depresión, la ira persistente todavía no está reconocida como una categoría diagnóstica en ninguna clasificación psiquiátrica oficial (véase DSM-IV-TR, 2000 o CIE-10, 1992).   

Además, la ira persistente tiene ramificaciones psicológicas, conductuales e incluso médicas significativas, ya que causa sufrimiento emocional significativo tanto en la persona que experimenta la emoción como en las personas implicadas.  

Finalmente, la ira a menudo es un componente de otros trastornos emocionales, como los de ansiedad y los afectivos.  

La Salud física  

En la actualidad para la gran mayoría de personas es aceptado que existe una relación entre los factores psicológicos y las enfermedades médicas. Nuestros estados psicológicos o emocionales, las características personales y los modos de enfrentar estas situaciones han demostrado ser de especial relevancia en este sentido (Oblitas, 2004).  

Esta afirmación es coherente con la evidencia científica actual que indica que cualquier trastorno denominado físico u orgánico suele implicar igualmente, y a distintos niveles, alteraciones psicológicas, y viceversa (Oblitas & Becoña, 2000). Entre estos factores psicológicos se encuentran el miedo, la tristeza y la ira como reacciones emocionales negativas, y sus diferentes formas clínicas: la ansiedad, la depresión y la ira persistente.  

Hoy en día hay datos suficientes para afirmar que las emociones negativas tienen un efecto negativo sobre la salud (Kiecolt-Glaser, 2009; Sandín, 2002; Sirois & Burg, 2003). Así, algunos autores afirman que las emociones positivas potencian la salud, mientras que las emociones negativas tienden a disminuirla (Fernández-Abascal & Palmero, 1999). Por ejemplo, en periodos de estrés en los que tenemos que responder a una serie de compromisos personales, laborales, afectivos, desarrollamos reacciones emocionales negativas.  

Tristeza, ira y depresión pueden conducir a la persona a desarrollar un problema de salud como las adicciones. El estrés y los factores emocionales están implicados en desarrollar enfermedades gástricas. También existe una relación entre el estrés emocional y el incremento de los procesos inflamatorios en el cuerpo (sobre todo músculo esquelético).  

Como podrán apreciar el tema es amplio y con investigaciones que se están aún realizando. Pero los seres humanos sabemos que somos seres biopsicosociales y de ahí su intrínseca relación del cuerpo y la psique.

 
 

 

Fuente: http://fitness.com.mx/medicina229.htm

domingo, marzo 31

La OCU alerta del elevado consumo de fármacos para tratar la ansiedad entre la población española



Cuatro de cada diez ciudadanos españoles ha consumido algún fármaco para tratar la ansiedad a lo largo de su vida. En el caso de las mujeres, esta cifra aumenta a 1 de cada 2 españolas. Estas son algunas de las conclusiones de una encuesta realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) y publicada en la revista OCU-Salud del mes de febrero.
La investigación ha sido elaborada a partir de 2.000 entrevistas realizadas a ciudadanos españoles entre 18 y 74 años, a los que se les preguntó sobre el consumo de ansiolíticos, somníferos, antidepresivos u opiáceos para disminuir el nivel de ansiedad.
Respecto a la frecuencia de consumo de estos medicamentos en el último año, uno de cada tres españoles afirmó haber recurrido a los fármacos para manejar sus problemas de ansiedad. Según establece la OCU, estos niveles de consumo en la población española resultan “llamativamente” elevados, si se comparan, además, con los resultados obtenidos en otros países como Bélgica, Italia, Portugal o Brasil.
De acuerdo a los resultados encontrados, el perfil típico del consumidor habitual de fármacos para tratar la ansiedad es el de una mujer de 34 años, con un nivel de estudio bajo-medio y en situación de desempleo o de dificultades económicas. Los motivos más frecuentes que incitan a los ciudadanos al consumo de estos medicamentos suelen ser: problemas para conciliar el sueño (32%), dificultades laborales (30%), sucesos vitales traumáticos (29%) y motivos económicos (17%).
Además, el estudio ha puesto de manifiesto que el consumo de estos fármacos suele iniciarse tras la consulta al médico de Atención Primaria (57%) y sin que los usuarios hayan recibido la información necesaria acerca de los efectos secundarios (tales como pérdida de memoria, somnolencia diurna…) o del riesgo de dependencia que pueda generar su consumo.
A la luz de los datos, la OCU alerta a los ciudadanos de los riesgos asociados a la supresión brusca del consumo de estos fármacos, entre los que se encuentra la recaída a los síntomas originales previos al tratamiento, como el aumento de las dificultades para dormir o el aumento de los niveles de ansiedad, dando lugar al empeoramiento incluso de la sintomatología inicial. Asimismo, recomienda a la población otras alternativas para manejar la ansiedad, como “cambios en el estilo de vida”, antes de recurrir a la medicación.
A este respecto, tal y como hemos publicado en varias ocasiones a través de Infocop, las principales guías de práctica clínica, elaboradas a partir de los estudios científicos de mayor rigurosidad metodológica, -como las del Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia Clínica del Reino Unido (National Institute for Health and Clinical Excellence, NICE)-, recomiendan como tratamiento de primera elección en los trastornos de ansiedad el tratamiento psicológico, mediante el entrenamiento con técnicas cognitivo-conductuales, frente a los psicofármacos.
Tal y como señaló, y explicó detalladamente, el catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Antonio Cano Vindel, en una entrevista concedida a Infocop, a pesar de que sea una creencia comúnmente extendida, “no existe apenas apoyo para el tratamiento de los desórdenes de ansiedad con tranquilizantes”, ni tampoco es cierto “que el trastorno de pánico evolucione mejor si al tratamiento psicológico se añade tratamiento farmacológico”.
Teniendo en cuenta la evidencia científica, los datos obtenidos en el estudio de la OCU invitan a la reflexión. Los altos niveles de consumo y la prescripción abusiva de psicofármacos para tratar problemas de ansiedad en nuestro país ponen de manifiesto la escasa formación de los profesionales de Atención Primaria en materia de salud mental, la falta de disponibilidad de las mejores alternativas para el manejo de estos problemas (en relación coste y eficacia), el desconocimiento de la población de los graves efectos para la salud que tienen los fármacos, así como que existen otras vías más eficaces, seguras y recomendables para tratar los problemas de ansiedad.
A su vez, caben destacar los elevados niveles de malestar psicológico entre la población española, situación que hace más necesario que nunca que se pongan en marcha estrategias eficaces que puedan dar una respuesta efectiva a esta creciente demanda. Sirva de ejemplo, la implementación de terapias psicológicas en los servicios de Atención Primaria, un modelo que ha resultado exitoso y rentable en otros países como Reino Unido, Noruega, Chile, Australia o Brasil.