Se trata de un problema por el que se sufre una especie
de “enganche” de la pareja porque existe una necesidad muy grande y continua de
afecto.
Es algo similar a lo que se sufre
con la dependencia del alcohol, por ejemplo. Afecta tanto a hombres como a mujeres. La diferencia está en que los hombres
que la sufren tienden a ocultarlo mucho más por vergüenza, agravándose de este
modo el problema.
Esta situación puede vivirse de
forma puntual con una relación, pero lo más frecuente es que el patrón se
repita con todas y cada una de las parejas que se tienen. Esta dependencia no
se debe a razones más o menos objetivas (económicas, minusvalías de algún
tipo…), sino que es puramente necesidad de amor. Quien la sufre es una persona
con un miedo tremendo a la soledad y que no concibe su vida sin pareja.
Un hecho que resulta llamativo es
que, generalmente, el dependiente emocional busca parejas dominantes, de
carácter fuerte, más bien egoístas y egocéntricas, desconsideradas, posesivas e
incluso déspotas, capaces de llegar al maltrato físico y/o psicológico, a las que idealizan en extremo. Se vive por y
para la pareja.
El afectado, a pesar de que
reconoce este maltrato y desconsideración, no puede dejar de estar enganchado.
Es capaz de pedir perdón, incluso, por cosas que no ha hecho, con tal de que su
pareja “lo quiera” y esté contenta. La colmarán de regalos y atenciones y
prácticamente vivirán alertas a los gestos de la pareja para que esté contenta
en todo momento.
En la base del problema, se
encuentra el hecho de una bajísima autoestima que lleva al dependiente
emocional a despreciarse. Son críticos consigo mismos hasta el extremo y por
ello se sienten culpables, incluso, del desprecio que puedan sufrir por parte
de sus parejas. Lejos de mejorar, esta situación empeora con el paso del tiempo
agudizándose esa relación de “dueño/a-súbdito” que se establece en la pareja.
El desprecio del otro aumenta a
medida que también lo hace la sumisión de quien sufre dependencia emocional. Es
frecuente también que la relación se rompa, pero no importa. El dependiente
volverá una y otra vez a la pareja, del mismo modo que el alcohólico o el
drogadicto vuelve a consumir. Con cada vuelta la situación empeora pues crece
el desprecio de la pareja y disminuye la dignidad y la autoestima del
dependiente. Quien sufre de dependencia emocional necesita de su pareja-verdugo
y si no la tiene, aparece algo similar al síndrome de abstinencia.
Se producen, incluso,
enfrentamientos y rupturas con amigos o familiares por defender esta situación.
El dependiente nunca llega a ser feliz. Sufre problemas de ansiedad y/o
depresión y un cierto desprecio por sí mismo al ser consciente de que se está
arrastrando ante alguien que no sólo no lo ama sino que incluso lo maltrata.
Las personas cercanas al dependiente intentan hacerle ver que esa relación que
mantiene es patológica y que sólo le hace sufrir. El dependiente se enfrentará
a ellos por defender su relación e incluso exigirá a sus familiares un trato
especial hacia su pareja, del mismo modo que él hace.
En su mente la persona con la que
está es superior y todos los demás deben reconocer esto y hacer que esa persona
sea feliz y tenga todo cuanto desee.
Esto conlleva, en la mayoría de los casos, una ruptura con sus
familiares y amigos que hará que su dependencia aumente al encontrar como único
apoyo en el mundo a la pareja. El aislamiento al que ellos mismos se conducen
hace que el problema aumente.
También el dependiente puede
llegar al abandono de sus propias responsabilidades laborales por satisfacer
necesidades de la pareja. El deterioro social, familiar, laboral y personal del
dependiente emocional puede llegar a ser tremendo. Si hay hijos, con mucha
frecuencia se observan comportamientos de falta de respeto e incluso desprecio
por parte de ellos hacia el progenitor dependiente. Aprenden a no respetar a
alguien que se muestra tan falto de dignidad. También existe mala relación
hacia el otro progenitor puesto que, como ya he indicado, suele ser una persona
egocéntrica y desconsiderada que tampoco muestra cariño o preocupación por sus
hijos.
Es fundamental iniciar cuanto
antes la terapia psicológica para conseguir desengancharse de la pareja. No
hacerlo puede tener consecuencias nefastas puesto que, con frecuencia, se pasa
al maltrato físico y/o psicológico. Sin embargo esto que es tan obvio, resulta
muy difícil que se lleve a la práctica.
Como en cualquier otra adicción,
es preciso que quien lo sufre reconozca que tiene un problema y desee buscar
solución. Esto resulta harto difícil puesto que el dependiente siempre encontrará
mil y una excusas para justificar su comportamiento: “No lo/la conocéis bien”
“Me quiere muchísimo” “Yo también tengo la culpa”… No funcionará nunca ninguna
terapia que no sea iniciada por propia voluntad y como en las demás adicciones,
el primer paso sería la ruptura total con la pareja para conseguir salir de la
situación problemática.
¿Cómo puede actuar la familia en
estos casos? No cediendo nunca para no fomentar la situación. Es decir, no hay
que hacer caso al dependiente que pretenderá que se siga tratando con
deferencia, respeto absoluto y sumisión a su pareja. Se trata de no abandonar
al dependiente pero no ser cómplice de su relación patológica.
Sólo se puede hablar con el
enfermo y explicarle que siempre podrá contar con la ayuda de la familia cuando
desee poner fin a la situación. Si esto se produce, acogerlo e impedir todo
contacto con la pareja y acompañarlo a terapia. El psicólogo no sólo trabajará
con el dependiente, sino que irá dando pautas a los familiares sobre cómo
actuar a situaciones concretas.
Fuente: http://psicopedia.org/2588/dependencia-emocional-una-adiccion-destructiva/