Si el mar no llega, la langosta se queda donde está y muere, aunque el más pequeño esfuerzo le hubiera permitido alcanzar las olas, quizás a menos de un metro de distancia.
El mundo está lleno de langostas humanas. Personas encalladas sobre las rocas de la indecisión y el aplazamiento que, en lugar de emplear sus propias energías, se quedan esperando que una gran oleada de buena fortuna los ponga a flote o los devuelva al mar”.
Dr. Orrison Sweitt Marden