viernes, junio 15

´Una depresión desatendida puede conducir al suicidio o causar otras enfermedades´

Las depresiones se disparan en tiempos de crisis, ¿es esto un síntoma del materialismo y el consumismo que padece nuestra sociedad?


—Todo lo socioeconómico afecta en estos procesos. Por ejemplo, una persona en paro tiene un 49% más de probabilidades de caer en una depresión que una que no lo está. Al menos un tercio del riesgo de padecer una depresión está motivado por factores socioeconómicos.


—¿Hay estudios realizados en crisis anteriores que corroboren estas apreciaciones?


—Hay poca cosa, casi todos los estudios se han centrado en los trastornos emocionales que padecen los desempleados. Pero algo se ha hecho en la crisis asiática y en la de los países nórdicos, cuando se constató que aumentaba la prevalencia de los trastornos mentales y la de los suicidios.


—Pero, insisto, ¿no aumentan las depresiones como consecuencia de una pérdida de poder adquisitivo o de nivel social?.


—Bueno, quizá tenga algo que ver los momentos de abundancia que hemos tenido antes de esta crisis y sentimos que nos falta algo material, pero depresiones ha habido siempre y no creo que se deba atribuir el aumento de estos trastornos a lo material. En realidad, no hemos estudiado cómo afecta la pérdida de poder adquisitivo o de nivel social en las depresiones. También hay que hacer un ejercicio de autocrítica, ya que quizá hemos educado a nuestros hijos con poca tolerancia a la frustración.


—Entonces, ¿a qué es debido el incremento de estos trastornos?


—Están más ligados a la auténtica falta de recursos, a la imposibilidad de satisfacer las necesidades más básicas como puede ser el pago de la hipoteca de tu casa.


—Pero sí está demostrado que la depresión encuentra un campo abonado en una persona en situación de desempleo...


—Sí, un parado se encuentra en mayor riesgo de padecer depresión y ansiedad.


—¿Es cierto que la salud en términos generales mejora en tiempos de crisis?


—Sí, mejora en los países industrializados donde, a corto plazo, baja el número de muertes y de enfermedades, la mortalidad y la morbilidad.


—¿Por qué?


—Por varios factores. Generalmente, en tiempos de crisis y de menor actividad laboral, dispones de más tiempo libre para pasear, hacer ejercicio y, en definitiva, para cuidarte. También disminuye la productividad, lo que contribuye también a que las personas tengan menos estrés. También se dan menos accidentes de tráfico porque la gente usa menos el coche como medida de ahorro. Los flujos migratorios disminuyen y, con ellos, la propagación de enfermedades que los inmigrantes traen con ellos.


—¿Y qué pasa entonces en los países en desarrollo?


—Tienen muchos menos recursos sanitarios y, en tiempos de crisis, dan prioridad a otras cosas, eliminan el gasto en salud.


—También aumentan los casos de pacientes que refieren ansiedad. ¿Cómo se manifiesta esta ansiedad?


—Padeces un episodio de ansiedad cuando ésta adquiere un componente patológico y empieza a interferir en tu vida social, laboral o familiar. Cuando aumentan las discusiones con la familia y cuando te das cuenta de que esta conflictividad también aparece en tu actividad laboral y en tu vida social. Por ejemplo, te pone nervioso ver a tus amigos.


—¿Qué provoca esta ansiedad?


—Tiene un componente biológico importante, como en la depresión, trastorno con el que casi siempre va asociado. La ansiedad no es otra cosa que una forma errónea de interpretar o valorar aquellas situaciones que te son adversas o estresantes.


—Déme algunos consejos útiles para evitar la ansiedad.


—En primer lugar, no hay que provocarse un alarmismo innecesario, no catastrofizar todos los reveses que sufras. Hay que intentar prever las cosas malas en términos de probabilidades. Por ejemplo, si tienes miedo a volar, a la hora de coger un avión has de pensar que sólo se accidentan uno de cada diez mil aviones, que la probabilidad de que tu vuelo se estrelle es ínfima. O sea, hay que ser consciente de que la probabilidad de que nos ocurra una cosa mala es muy hipótetica. Y esto es algo en lo que los medios de comunicación ayudan poco, porque siempre resaltan lo negativo y lo extraordinario. Pero el consejo más útil y válido sería el de que hay que afrontar las cosas, no huir de ellas. Con esta actitud, la ansiedad va disminuyendo poco a poco.


—¿Aumentan los problemas sentimentales con las crisis?.


—Está demostrado que las crisis provocan disfunciones en las dinámicas familiares.


—¿Qué le aconsejaría a una pareja que ve que su relación se deteriora a consecuencia de esta recesión?


—Que se sitúe en un futuro próximo más halagüeño y que relativice mucho los problemas que puedan tener.


—¿Una ruptura sentimental puede degenerar en una depresión?


—La separación de tu pareja es uno de los acontecimientos vitales adversos que implican más riesgo de provocar un trastorno afectivo. Sólo es superada por la muerte de un cónyuge o de un familiar al que estás muy unido y, en épocas de crisis, por la pérdida de tu empleo.


—¿Qué consejo le daría a una persona que no se encuentra bien en su puesto de trabajo, acaban de anunciarle que ha muerto su madre y su novia decide dejarle?


—Ufff, yo diría que esa persona se encuentra en una situación de riesgo muy elevado de padecer un trastorno emocional y lo más recomendable sería que acudiera a un especialista. Pero todo dependen de cada individuo. Hay personas que sobrellevan estas situaciones límites perfectamente.


—Malestar en el trabajo y vacío familiar y emocional, ¿a qué se puede agarrar?


—A un futuro un poco mejor que la realidad que tiene hoy en día. Debe intentar afrontar la vida con optimismo. Aquí cabe el famoso proverbio indio que decía: ´Señor, dame serenidad para afrontar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar lo que pueda y sabiduría para conocer la diferencia´. Esta es la actitud que hay que tener en la vida.


—También han constatado en su estudio que los pacientes que admiten tener problemas de alcoholismo se han cuatriplicado con la crisis. ¿Por qué?


—El alcoholismo está asociado a una mayor disponibilidad de tiempo libre. A esto y a una vulnerabilidad genética tanto a la depresión como al abuso del alcohol.


—¿Se puede calificar a la depresión como una enfermedad propia de las mujeres?


—No, pero sí es cierto que es mucho más frecuente entre las mujeres. Por cada hombre con depresión hay dos o tres mujeres con trastornos de este tipo.


—¿Cuál es la explicación?.


—Por motivos biológicos y hormonales y factores psicosociales: buscan en mayor medida que los hombres soluciones a sus problemas psicológicos. Y también hay que mencionar los estereotipos de que las mujeres son más afectivas, más sensibles, más reflexivas...


—Además, todavía está mal visto que un hombre esté de baja por depresión...


—Sí, es una enfermedad que está estigmatizada entre los hombres.


—¿Qué hay que hacer para sortear una depresión profunda?


—Si realmente es grave, es inexcusable seguir un tratamiento farmacológico así como sesiones de psicoterapia. El depresivo ha de exponerse a la luz solar, no quedarse encerrado en su casa. Seguir medidas de higiene con el sueño, esto es, dormir las horas necesarias, acostarse todos los días a la misma hora, etcétera. También es muy importante seguir una buena alimentación. La dieta mediterránea es perfecta porque es frugal. Los depresivos son propensos a comer mal y a dormir peor.


—¿Qué tiempo puede tardarse en salir de una depresión?


—Esto depende de cada persona, pero por norma general son procesos largos. Hay que tener en cuenta que la medicación sólo comienza a hacer su efecto a las tres o cuatro semanas de iniciarse el tratamiento. Como media, se podría hablar de que una depresión puede tardar en curarse entre dos y tres meses.


—Cada vez que comparece un político, lo hace para anunciar más recortes que los medios de comunicación publicitan hasta la saciedad. ¿De qué manera influye este bombardeo en el aumento de las depresiones?


—Este alarmismo de los medios no augura nada bueno.


—¿No se debería insuflar algo de optimismo a la sociedad de vez en cuando?


—Será difícil porque, ¿no decís vosotros que las buenas noticias no venden? Pero sí que se deberían enfocar los temas de manera más positiva. Hoy en día se abusa de publicar noticias con proyecciones muy negativas que, si no se cumplen, no pasa nada, nadie se responsabiliza de esa información errónea y alarmista. Sería muy beneficioso no dramatizar las cosas más de lo que son en realidad.


—Si esta crisis se alarga en el tiempo, ¿pueden convertirse los trastornos emocionales en un problema de salud pública?


—El ser humano se adapta bastante bien a las condiciones adversas. Así, está demostrado que la persona que lleva un año en el paro está más depresivo que el que lleva dos años en situación de desempleo. Sin embargo, con el alcoholismo pasa lo contrario. Se agrava con el tiempo.


—¿No opina que se deberían reforzar los servicios médicos que tratan estos trastornos emocionales?


—Lo que no hay que hacer de ninguna manera es recortar la Atención Primaria. Si no se trata, el pronóstico de la depresión es peor. Y además, un persona en ese estado emocional suele acabar desarrollando otros problemas de salud como los cardiovasculares, endocrinos. De la misma manera, una depresión no atendida puede conducir al suicidio. Por eso los recortes, a largo plazo, pueden ocasionar más gasto en forma de enfermedades asociadas.


—¿Qué segmento de la población es más vulnerable a estas enfermedades?


—Las mujeres, que tienen un repunte de estos episodios en torno a los treinta años y otro a partir de los sesenta, cuando entran en la menopausia. Así como todos los grupos más desfavorecidos económicamente.


—¿Qué otros problemas traen aparejados los procesos depresivos?


—Los trastornos somatomorfos o, lo que es lo mismo, la somatización (transformar inconscientemente una afección psíquica en orgánica) que afecta a más de un veinte por ciento de los pacientes. Cambian un problema mental o familiar en un problema físico sin ser conscientes de ello.


—¿Y cómo se tratan?


—Son un verdadero problema para los facultativos de Atención Primaria, que no saben lo que les pasa ni cómo solucionar el problema con el que se presentan en su consulta. Los síntomas son reales, dolor de cabeza, gastrointestinal, etcétera, pero no hallan nada anormal en las analíticas y, por tanto, no hay tratamiento eficaz para ellos. Y todo porque el problema es psicosocial.